Carta a mi Mamá que falleció cuando yo estaba lejos

Querida mamita:

Es difícil describir en unas líneas lo que siento, porque ya no estás en cuerpo, pero hoy tu espíritu está en nosotros, conmigo. Te siento en mi corazón, vives en él, y así será eternamente.

No pude abrazarte, no pude besarte, no pude decirte cuánto te amaba y te amo, pero sé que lo sabes. No pude estar a tu lado cuando marchaste a mejor vida… nunca se sabe cuando termina la vida de una persona, y no esperaba que la tuya se fuese estando yo tan lejos.

Una lágrima cae cuando te recuerdo en mi niñez, fuiste lo mejor para mí, nuestras largas conversaciones nunca las olvidaré. Tus consejos, nunca los dejaré. Y seguiré dando ejemplos de amor y bondad, como tú los diste en la vida a todo aquel que lo necesitaba.

No quiero llorarte porque te amo. Porque solamente se fue una parte de ti, la que yo podía tocar. Cerrando los ojos puedo acariciar tu alma, y recordarte tal como eras: La mejor mami del mundo, la mejor amiga que uno pueda tener.

Nada de lo que me enseñaste quedará en el vacío. Éstas no serán las últimas palabras que escribo para ti, siempre te escribiré, recordándote, y será como estár leyéndolo en tu presencia.
Dios está en medio de nosotros, sólo hay separaciones de cuerpo, nuestros corazones jamás han estado más unidos que ahora.

Las lágrimas caen… por impotencia, por lejanía, por no haber podido abrazarte y decirte, cuanto te amaba. Pero no voy a ir en contra de la voluntad de Dios, porque creo en Él como tú creias, y acepto los designios del Señor.

Quiero que te lleves esta carta hasta donde estás, al lado de nuestro Señor. Y cuando un día no tengas nada que hacer, léela, y sonríe, que tu niña siempre será tu niña.
Y tú siempre serás mi mamita querida.

Recuerda que siempre estás en mí, en mis cosas, en mis principios… Eres un fundamento de vida. Las lágrimas sólo son muestras de dolor, pero en mi corazón tengo paz, en saber que estás junto a la mejor compañía.

Para eso son las lágrimas, para borrar el dolor, y sacar la sonrisa, como a ti te hubiese gustado, siempre sonriente, que nadie te llore. Entre nosotros dos no hay nada pendiente, nos amamos, nos quisimos, como pocas hijas pueden decirle a su madre.

Cuidaré a mi hija, como tú hubieses querido. Y a toda mi familia, les abrazaré cada vez que lo necesiten, como tú lo hubieses hecho. Eres el tronco de la familia, y yo una simple ramita.

Así como yo estoy en tu corazón, tú estás en el mío. Mi corazón ahora sufre, pero en paz con el Señor. Sé que tú me darás paz para seguir adelante. Cada vez que respire te recordaré, siempre te recordaré.

Adiós mamita querida, adiós, te abrazo con mi corazón, ve con Dios (que es allí donde ya estás).

Adiós mi linda hermosa.

Te amo,
Ana
Tu hija aún desolada.

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