La pérdida de una madre es una de las pruebas más difíciles para un hijo, sin importar cuándo suceda esto. Tanto en la infancia como en la edad adulta, es un hecho importantísimo, doloroso y causa un impacto personal que te transforma por completo.
El amor hacia las madres no se puede medir. Nos han criado desde el primer día. Nuestros aciertos son suyos en realidad, fruto de sus decisiones día a día hasta la actualidad.
Por estos sentimientos, el momento en el que perdemos a nuestra madre, es uno de los más duros que puede sufrirse en la vida. Perdemos realmente una parte de nuestra alma.
El camino que se presenta por delante se hace mucho más difícil, al saber que ella ya no estará junto con nosotros. La vida continúa, nosotros podremos seguir adelante, pero de una forma distinta a como había sido todo hasta ahora.
Pero tras los primeros días de dolor, la pérdida se convierte en recuerdo y, poco a poco, nos vemos aplicando las enseñanzas que nos transmiten y entonces es cuando nos sentimos tan agradecidos de haberla tenido a nuestro lado siempre.
Cada decisión con acierto que realicemos, será fruto de su crianza y de su amor. Gracias a ello, podremos recordar a nuestra madre siempre cada día, en cada acción que realicemos.
Si todavía estás con tu madre en tu vida, no desaproveches la oportunidad de quererla, amarla, acompañarla y dejar que ella sea consciente de ese amor, esa conexión, que sentís ambos desde prácticamente el primer momento de tu existencia.